Todo lo que la IA puede hacer por vos y tu radioCómo un insignificante cambio que llega para “solucionarnos la vida” puede
implicar que nadie visite tu página web o lea artículos como este.
Procesar y resumir enormes cantidades de datos y ponerlos a disposición de
empresas, universidades o Estados. Analizar millones de informes médicos para
realizar diagnósticos más precisos. O usos más cotidianos como traducir textos a
otros idiomas, programar scripts informáticos o producir podcasts. Estas son
algunas de las muchas funciones para las que actualmente se emplea Inteligencia
Artifical (IA). Sin duda alguna, es uno de los avances tecnocientíficos más
importantes de esta época.
Sin embargo, es conveniente recordar que la IA no es más que una programación
informática que, al seguirse alimentando de cada vez más datos, aumenta su
capacidad de ejecutar acciones. Eso no significa que aprenda en un sentido
humano, a pesar de que este mito esté muy extendido.
De hecho, todos los desarrollos tecnocientificos relacionados con las TIC
llegaron siempre acompañados de un optimismo exagerado y un misticismo mágico.
Cuando apareció Internet nos prometieron que el desarrollo alcanzaría a todas
las áreas desfavorecidas de la tierra o que sería un ágora democrática. Luego,
que las Redes Sociales servirían para democratizar la libertad de expresión y
pensamos que las podríamos resignificar para hacer la revolución. Veinte años
después de su aparición estamos clamando por legislaciones que eviten que la
juventud se exponga a estos espacios convertidos en burbujas de odio que
promueven el consumismo y el individualismo exacerbado.
Y no, no ha sido porque las usemos mal. Como hemos repetido en otras ocasiones,
las tecnologías no son neutras. Si desarrollamos ciencia y tecnología en un
contexto monopólico de empresas que solo buscan ganancias desorbitantes,
inevitablemente, estos son los resultados. Ese puñado de compañías se
convirtieron en las más ricas del planeta, mientras continuan ignorando las
investigaciones de sus propios empleados que alertan de los riesgos psicológicos
y de adicción que pueden sufrir quienes usan sus plataformas.
Tampoco la IA es neutra. De hecho, se alimenta de los sesgos que tiene los datos
con que se entrena y, esos sesgos, se transmiten a la decisiones que toma. (Por
cierto, también se alimenta de ingentes cantidades de agua como ya hablamos en
este otro texto).
Por ejemplo, si empleamos un modelo genérico de IA para procesar y resumir
entrevistas de audio o un grupo de documentos académicos, ¿en base a qué hará
ese recorte? Al no tener acceso para matizar ese algoritmo, por mucho que
definamos la instrucción (lo que se conoce como promt) siempre existirá un
recorte subjetivo. Ciertamente, también sería subjetivo el resumen que haríamos
cada uno de nosotros y nosotras, pero tendríamos el poder de ponderar ciertos
aspectos que a la IA se les escapan: como que estén más presentes las voces de
mujeres o minorías porque siempre son relegadas; entender que la voz de los
pueblos originarios no suele estar en los textos de historia porque tienen una
tradición oral y siempre fueron los occidentales quienes escribieron sobre
ellos; o que la academia suele priorizar teorías del norte global que son las
más repetidas, en contraposición con los postulados de quienes investigan desde
el sur global.
Pero hay otros peligrosos recortes que ya podemos cuantificar, que están
simplificando –aún más– la forma en que aprendemos o procesamos el conocimiento,
debido principalmente al modelo oligopólico privado de desarrollo
tecnocientífico que venimos denunciando.
El buscador de Google se emplea en 9 de cada 10 búsquedas que se hacen en
Internet. La posición dominante de esta herramienta de la compañía Alphabet –que
se suma a la que tiene en otros segmentos con servicios como Youtube, GMaps,
GDrive o GMail, entre un larguísimo ectcetera– le permite tomar decisiones que
afectan radicalmente la lógica en que consumimos los contenidos en Internet.
Google nunca abrió su algoritmo por lo que solo podemos intuir por qué prioriza
unas páginas web por encima de otras: una buena gestión de etiquetas en el sitio
web con palabras claves, algo en lo que se afanan quienes hacen SEO
(optimización de motores de búsqueda); que una página web sea enlazada por
otras; y otras estrategias que quienes trabajan como community manager intentan
adivinar.
Hasta hace unos meses, el buscador de la compañía funcionaba de forma sencilla.
Alguien introducía una pregunta, por ejemplo, “cómo instalar una radio en línea”
y en la página aparecían los resultados que Google filtraba en función del
idioma de la búsqueda, del país o región donde te encuentres o, incluso,
relacionándolo con tus búsqueda anteriores. Un necesario intermediario entre
quienes creamos contenidos y nuestras audiencias, en un mar infinito de páginas
web y plataformas de contenido.
Como gran parte de los ingresos de Google son por publicidad, entre los primeros
resultados muestra algunos patrocinados, pero el buscador lo indica claramente.
De este modo, sabes que aparecen destacados porque pagan y no porque tenga un
buen posicionamiento dentro del buscador. Luego, promociona varios videos de su
servicio Youtube. Y después, las páginas con los resultados que podías visitar
para encontrar la respuesta a la búsqueda realizada. (Clic aquí o en la imagen
para ver en grande).
Ahora bien, desde que Google incorporó por defecto a su buscador la “Visión
general IA” (AI Overviews), al realizar esa misma pregunta, lo que aparece
destacado en primer lugar es un resumen realizado por esa Inteligencia
Artificial [1].
Aunque Google añade el enlace a los contenidos originales con los que
confecciona dicho resumen, la mayoría de las personas se quedan con la respuesta
que les ofrece el extracto y no visitan esos sitios. Incluso, a pesar de que el
mismo buscador alerta expresamente de que “La visión general creada por IA puede
cometer errores y, de hecho, los tendrá.” De ser un mediador necesario, Google
paso a acaparar todo el tráfico que ya no se traduce en visitas a las páginas
que proveen el contenido.
> “Google se transforma en el ensamblador de contenido ajeno y de paso es el
> único que obtiene el tráfico que produce con las respuestas que ofrece.
> Gracias a eso, se queda con la audiencia”.
>
> Juan Carlos Camús, Huellas Digitales.
Esta nueva dinámica en las búsquedas se ha traducido en un descenso drástico de
las visitas a las páginas web generadoras del contenido. Varios blogs venían
alertando de esta situación pero, la pasada semana, la revista JotDown, lo
cuantificó con los siguientes datos:
> “Durante los primeros cinco meses de 2025, la versión digital de Jot Down ha
> perdido un 35,8 % de sus lectores. Las sesiones han bajado un 40,5 %, las
> páginas vistas un 15,9 %. Google nos ha traído un 31,8 % menos de visitas que
> el año pasado”.
>
> Ángel Fernández Recuero, Jot Down
Este descenso se suma al que ya venían experimentando por las visitas que
llegaban desde las redes sociales “Twitter, un 56 % menos. Facebook, un 35 %”.
En un crudo editorial titulado “Qué hacer cuando nadie nos busca”, Jot Down
pronostica que “la web, tal como la conocíamos, está dejando de existir” y
llaman a conformar una “comunidad contralgorítmica”. Comunidad que, por cierto,
lleva tiempo existiendo y sosteniendo alternativas como medios comunitarios,
infraestructura autónoma o el fediverso.
Ciertamente, la IA seguirá avanzando. Las empresas siguen apostando a su
desarrollo porque obtienen ganancias descomunales. Pero esos avances, que a
veces parecen insignificantes y como usuarias valoramos porque nos “hacen la
vida más sencilla”, van moldeando nuestros hábitos, nuestras formas de aprender
y elaborar el conocimiento, de disfrutar del arte y la cultura, o de
relacionarnos entre nosotres.
Usar una u otra tecnología es una decisión personal pero politizar su desarrollo
es una cuestión que deberíamos asumir como sociedad. Al menos quienes tenemos la
convicción de que la comunicación es un derecho humano y apostamos por las
tecnologías libres y los medios comunitarios. ¿De qué sirve usar IA para llenar
una radio o una página web de contenidos si nadie los lee, y si con ello no
provocamos diálogos participativos o transformamos las condiciones de vida de
nuestras comunidades?
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Cuando este año estrenamos el nuevo logo, varias personas nos preguntaron si el
símbolo que sustituye a la “O” era un ovni o un ojo divino que todo lo ve.
Ninguna de las dos. Es un banquito de tres patas. Porque aunque nuestro proyecto
se construye desde y para Internet, seguimos reivindicando esas antiguas
tecnologías de comunicación que nos permiten sentarnos junto a otres, con un
mate o un café, a dialogar.
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Más recursos para debatir sobre una IA ética:
* “Periodismo e inteligencia artificial en América Latina“, Natalia Zuazo,
Unesco.
Notas:
[1] Google indica que si quieres ver los resultados sin el resumen, puedes hacer
clic en los filtros superiores, concretamente en “Web” (está junto al de
Imágenes, Videos o Herramientas. Pero eso solo puedes hacerlo una vez que ya te
mostró los resultados, con el resumen Overview incluido. Nuestro querido Dani
Cotillas (de Nodo Común, Comunicación Abierta o Club Manhattan) nos compartió un
sencillo truco para que muestra los resultados sin IA y es sumar alguna mala
palabra en la búsqueda como “joder”, lo probamos y anda :D.